Cataluña en 1521 y la objetividad histórica
Desde una perspectiva histórica, la Cataluña contemporánea no existió como entidad hasta que el emperador Carlos I unificó sus ocho condados en 1521. De acuerdo con el marco político internacional y su jurisprudencia, los condados catalanes formaron parte del territorio francés, siendo vasallos de los reyes francos, situación que perduró hasta el 16 de julio de 1258, fecha del Tratado de Corbeil. En un mapa de la Biblioteca Nacional de París, datado en 1235, se evidencia que Cataluña ni siquiera se menciona, ya que los ocho condados feudales que hoy conforman Cataluña estaban bajo el dominio de los reyes francos.
Durante la Edad Media, Cataluña era considerada únicamente una "Marca Hispánica", tributaria de los Reyes Carolingios, hasta que, en el Tratado de Corbeil de 1258, San Luis de Francia y Jaime I el Conquistador acordaron que los condados al sur de los Pirineos tributarían a la Corona de Aragón, mientras que los del norte lo harían a Francia.
Los ocho condados de la Marca Hispánica gozaron de plena jurisdicción hasta el siglo XV, salvo el Condado de Barcelona, que se integró a la Corona de Aragón en 1137 por el matrimonio entre el conde Ramón Berenguer IV y doña Petronila de Aragón, manteniendo su estatus de condado. Los otros siete condados (Besalú, Vallespir, Peralada, Osona, Empúries, Urgell y Cerdanya) conservaron su independencia hasta 1521, cuando Carlos I de España nombró al arzobispo de Tarragona, don Pedro Folch de Cardona, como virrey de Cataluña. Por lo tanto, Cataluña no existió como región hasta esa fecha y, en consecuencia, no pudo actuar como una entidad histórica unificada.
Además, el Reino de Aragón incluía los territorios que hoy conocemos, junto con la actual provincia de Lérida y una amplia franja del río Ebro hasta el mar, que incluía Tortosa. Las ciudades más relevantes del Reino de Aragón eran Jaca (su primera capital cuando aún era un condado), Huesca, Lérida, Zaragoza, Tortosa y Teruel, integrándose en el territorio auténtico del reino bajo el mando de don Jaime "el Conquistador".
El Tratado de Corbeil, redactado en latín, comienza con la frase: "Es universalmente conocido que existen desavenencias entre el señor rey de Francia y el señor de Aragón, de las Mallorcas y de Valencia, Conde de Barcelona y Urgell, señor de Montpellier; por lo que el rey de Francia sostiene que los condados de Barcelona, Besalú, Urgell, etc., son feudos suyos; y el rey de Aragón afirma tener derechos sobre Carcasona, Tolosa, Narbona, etc.".
En este tratado, y siguiendo el consejo de algunos "hombres de bien", el rey francés Luis IX cedió a Jaime I de Aragón los condados en la parte española, mientras que Jaime I cedió a Luis IX los condados en la parte francesa. Este acuerdo, firmado 29 años después de la reconquista de Mallorca y 20 años después de la del Reino de Valencia, permite extraer conclusiones claras:
Si Cataluña no existía como tal, era imposible que algo inexistente conquistara Valencia (1238) o Mallorca (1229). b) Si carecía de unidad política, jurídica y geográfica, ¿cómo podría tener unidad lingüística cuando lo que se hablaba allí era un mosaico de dialectos provenientes del provenzal?
Es evidente que se necesita reinventar un pasado que nunca existió, recurriendo a la ciencia ficción, para justificar ese "saco de mentiras" que ahora busca ser reconocido como "nación", todo por el chantaje del voto, por supuesto.
Es un mito que Guifré el Pelós haya sido un referente de independencia; aunque Carlos el Calvo le reconoció el derecho a la sucesión, nunca le otorgó el derecho a la independencia. Debido a sus lazos familiares con los monarcas francos (por ser hijo de Wifredo I), no se enfrentó a ellos y mantuvo buenas relaciones, ya que los francos no habrían permitido su separación de Francia.
El Condado de Barcelona fue un dominio de condes extranjeros que ejercieron su poder en tierras españolas, ya que en todo momento los condes fueron de origen extranjero, sin que un español llegara al trono.
Los condados de la Marca Hispánica eran comarcas españolas liberadas por los francos y dominadas por ellos, que se fueron uniendo bajo el mando del conde extranjero de Barcelona, pero nunca llegaron a considerarse una "nacionalidad". Cuando se devolvió el mando a los españoles al integrarse en la Corona de Aragón, los "marcahispanistas" recuperaron su condición de españoles.
En lo que respecta a Ramón Berenguer y Petronila, cualquier historiador riguroso sabe que Cataluña, cuya existencia comienza en el siglo XV, nunca fue un "principado", sino únicamente un condado. Esto se puede verificar fácilmente en las Crónicas del Rey Don Jaime. En la Colección Diplomática del Rey Don Jaime, de Ambrosio Huici (Valencia, 1918), se encuentra que desde el 19 de junio de 1217 hasta el 30 de octubre de 1274, entre los títulos del Rey figura "Comes Barcinone". Desde el 28 de septiembre de 1238, Don Jaime se presenta como: "Nos, Jaime, por la gracia de Dios, Rey de Aragón, de Valencia, de Mallorca, Conde de Barcelona y Señor de Montpellier".
La única referencia que utiliza el nacionalismo catalán para autodenominarse "Principat" proviene del matrimonio de Ramón Berenguer IV con la hija de Ramiro II, el Monje, Rey de Aragón, la princesa Petronila. Sin embargo, esta referencia es falsa.
En los documentos que recogen los pactos matrimoniales de la futura reina aragonesa, doña Petronila, con el conde de Barcelona se establece: "En el nombre de Dios. Yo Ramiro, por la gracia de Dios, Rey de los Aragoneses, te doy, Ramón Berenguer, Conde y Marqués, a mi hija como esposa, junto con todo el reino de los aragoneses, tal como lo poseyeron mis antecesores... Esto te concedo a ti y a los hijos de tus hijos que provengan de mi hija, en los siglos de los siglos... También, sobre estas cosas, yo Ramiro, rey de los aragoneses, doy y aseguro a dicho Ramón, conde barcelonés, que todas estas cosas que firmemente le doy y todo lo que tenía, siempre las mantenga a mi servicio y fidelidad en todo momento. AUNQUE TE ENTREGA EL REINO, NO RENUNCIO A MI DIGNIDAD". Este documento está fechado en el Castellar de Zaragoza, el 13 de noviembre de 1137, en presencia de muchos nobles del reino de los aragoneses.
Por lo tanto, en ningún momento el rey Ramiro II le otorga al conde la dignidad de Rey. Ramón Berenguer fue conde "consorte" de la princesa Petronila, pero nunca fue Rey ni príncipe. Además, el concepto de "principado" surge a partir del reinado de Pedro el Ceremonioso, quien en 1350 promulgó una normativa sobre "el nuevo sistema cronológico, aplicable a todos los lugares del Principado de Cataluña". Desde entonces, el nacional-catalanismo ha utilizado esa denominación, que carece de un verdadero "príncipe". Se trata de una anomalía jurídica sin entidad efectiva, un título de papel, ya que nunca ha existido un "principado" más allá de los relatos ficticios de los historiadores nacional-catalanistas.
Pedro Fuentes Caballero

Desde una perspectiva histórica, la Cataluña contemporánea no existió como entidad hasta que el emperador Carlos I unificó sus ocho condados en 1521. De acuerdo con el marco político internacional y su jurisprudencia, los condados catalanes formaron parte del territorio francés, siendo vasallos de los reyes francos, situación que perduró hasta el 16 de julio de 1258, fecha del Tratado de Corbeil. En un mapa de la Biblioteca Nacional de París, datado en 1235, se evidencia que Cataluña ni siquiera se menciona, ya que los ocho condados feudales que hoy conforman Cataluña estaban bajo el dominio de los reyes francos.
Durante la Edad Media, Cataluña era considerada únicamente una "Marca Hispánica", tributaria de los Reyes Carolingios, hasta que, en el Tratado de Corbeil de 1258, San Luis de Francia y Jaime I el Conquistador acordaron que los condados al sur de los Pirineos tributarían a la Corona de Aragón, mientras que los del norte lo harían a Francia.
Los ocho condados de la Marca Hispánica gozaron de plena jurisdicción hasta el siglo XV, salvo el Condado de Barcelona, que se integró a la Corona de Aragón en 1137 por el matrimonio entre el conde Ramón Berenguer IV y doña Petronila de Aragón, manteniendo su estatus de condado. Los otros siete condados (Besalú, Vallespir, Peralada, Osona, Empúries, Urgell y Cerdanya) conservaron su independencia hasta 1521, cuando Carlos I de España nombró al arzobispo de Tarragona, don Pedro Folch de Cardona, como virrey de Cataluña. Por lo tanto, Cataluña no existió como región hasta esa fecha y, en consecuencia, no pudo actuar como una entidad histórica unificada.
Además, el Reino de Aragón incluía los territorios que hoy conocemos, junto con la actual provincia de Lérida y una amplia franja del río Ebro hasta el mar, que incluía Tortosa. Las ciudades más relevantes del Reino de Aragón eran Jaca (su primera capital cuando aún era un condado), Huesca, Lérida, Zaragoza, Tortosa y Teruel, integrándose en el territorio auténtico del reino bajo el mando de don Jaime "el Conquistador".
El Tratado de Corbeil, redactado en latín, comienza con la frase: "Es universalmente conocido que existen desavenencias entre el señor rey de Francia y el señor de Aragón, de las Mallorcas y de Valencia, Conde de Barcelona y Urgell, señor de Montpellier; por lo que el rey de Francia sostiene que los condados de Barcelona, Besalú, Urgell, etc., son feudos suyos; y el rey de Aragón afirma tener derechos sobre Carcasona, Tolosa, Narbona, etc.".
En este tratado, y siguiendo el consejo de algunos "hombres de bien", el rey francés Luis IX cedió a Jaime I de Aragón los condados en la parte española, mientras que Jaime I cedió a Luis IX los condados en la parte francesa. Este acuerdo, firmado 29 años después de la reconquista de Mallorca y 20 años después de la del Reino de Valencia, permite extraer conclusiones claras:
Si Cataluña no existía como tal, era imposible que algo inexistente conquistara Valencia (1238) o Mallorca (1229). b) Si carecía de unidad política, jurídica y geográfica, ¿cómo podría tener unidad lingüística cuando lo que se hablaba allí era un mosaico de dialectos provenientes del provenzal?
Es evidente que se necesita reinventar un pasado que nunca existió, recurriendo a la ciencia ficción, para justificar ese "saco de mentiras" que ahora busca ser reconocido como "nación", todo por el chantaje del voto, por supuesto.
Es un mito que Guifré el Pelós haya sido un referente de independencia; aunque Carlos el Calvo le reconoció el derecho a la sucesión, nunca le otorgó el derecho a la independencia. Debido a sus lazos familiares con los monarcas francos (por ser hijo de Wifredo I), no se enfrentó a ellos y mantuvo buenas relaciones, ya que los francos no habrían permitido su separación de Francia.
El Condado de Barcelona fue un dominio de condes extranjeros que ejercieron su poder en tierras españolas, ya que en todo momento los condes fueron de origen extranjero, sin que un español llegara al trono.
Los condados de la Marca Hispánica eran comarcas españolas liberadas por los francos y dominadas por ellos, que se fueron uniendo bajo el mando del conde extranjero de Barcelona, pero nunca llegaron a considerarse una "nacionalidad". Cuando se devolvió el mando a los españoles al integrarse en la Corona de Aragón, los "marcahispanistas" recuperaron su condición de españoles.
En lo que respecta a Ramón Berenguer y Petronila, cualquier historiador riguroso sabe que Cataluña, cuya existencia comienza en el siglo XV, nunca fue un "principado", sino únicamente un condado. Esto se puede verificar fácilmente en las Crónicas del Rey Don Jaime. En la Colección Diplomática del Rey Don Jaime, de Ambrosio Huici (Valencia, 1918), se encuentra que desde el 19 de junio de 1217 hasta el 30 de octubre de 1274, entre los títulos del Rey figura "Comes Barcinone". Desde el 28 de septiembre de 1238, Don Jaime se presenta como: "Nos, Jaime, por la gracia de Dios, Rey de Aragón, de Valencia, de Mallorca, Conde de Barcelona y Señor de Montpellier".
La única referencia que utiliza el nacionalismo catalán para autodenominarse "Principat" proviene del matrimonio de Ramón Berenguer IV con la hija de Ramiro II, el Monje, Rey de Aragón, la princesa Petronila. Sin embargo, esta referencia es falsa.
En los documentos que recogen los pactos matrimoniales de la futura reina aragonesa, doña Petronila, con el conde de Barcelona se establece: "En el nombre de Dios. Yo Ramiro, por la gracia de Dios, Rey de los Aragoneses, te doy, Ramón Berenguer, Conde y Marqués, a mi hija como esposa, junto con todo el reino de los aragoneses, tal como lo poseyeron mis antecesores... Esto te concedo a ti y a los hijos de tus hijos que provengan de mi hija, en los siglos de los siglos... También, sobre estas cosas, yo Ramiro, rey de los aragoneses, doy y aseguro a dicho Ramón, conde barcelonés, que todas estas cosas que firmemente le doy y todo lo que tenía, siempre las mantenga a mi servicio y fidelidad en todo momento. AUNQUE TE ENTREGA EL REINO, NO RENUNCIO A MI DIGNIDAD". Este documento está fechado en el Castellar de Zaragoza, el 13 de noviembre de 1137, en presencia de muchos nobles del reino de los aragoneses.
Por lo tanto, en ningún momento el rey Ramiro II le otorga al conde la dignidad de Rey. Ramón Berenguer fue conde "consorte" de la princesa Petronila, pero nunca fue Rey ni príncipe. Además, el concepto de "principado" surge a partir del reinado de Pedro el Ceremonioso, quien en 1350 promulgó una normativa sobre "el nuevo sistema cronológico, aplicable a todos los lugares del Principado de Cataluña". Desde entonces, el nacional-catalanismo ha utilizado esa denominación, que carece de un verdadero "príncipe". Se trata de una anomalía jurídica sin entidad efectiva, un título de papel, ya que nunca ha existido un "principado" más allá de los relatos ficticios de los historiadores nacional-catalanistas.
Pedro Fuentes Caballero
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