Artículo de Pedro Fuentes Caballero
Valencia y la Ceca
La Ceca de Valencia se refiere a la casa o taller donde se fabricaba la moneda, conocida también como la Casa Real de la Moneda. Desde su fundación romana, la ciudad de Valencia ha contado con su propia moneda, lo que ha permitido atender el desarrollo económico y las necesidades de sus habitantes a lo largo de su historia.
Se estima que en el siglo II, específicamente en el año 616 desde la fundación de Roma, que según Livio coincide con el 138 a.C., la Ceca de Valencia comenzó a acuñar monedas de bronce. En ese tiempo, Valencia era una colonia y sus monedas llevaban en el reverso imágenes de la cornucopia y rayos, símbolos clásicos que representaban la riqueza de su tierra.
Más adelante, durante el periodo imperial, la antigua Sagunto (Arse) emitió monedas a nombre del emperador Tiberio, que incluían su busto y la proa de una nave, utilizando también bronce para sus ases y semises. Al sur del Reino de Valencia, la colonia Iulia Ilicitana Augusta acuñó monedas en los últimos años de Augusto y durante el reinado de Tiberio, grabando en sus reversos símbolos legionarios y figuras arquitectónicas. Las ciudades de Valencia y Sagunto mantuvieron su actividad de acuñación de monedas durante los reinados de Gundemaro, Sisubuto y Suintila (610-631), quienes dejaron sus nombres registrados en las monedas.
Valencia también tuvo su Ceca en el año 1013, cuando dos esclavos, Mobarek y Mothaffir (o Modofar), acuñaron monedas de plata. Más tarde, el reino amirí de Balansiyah (Valencia) contaría con sus propios gobernantes, como Al-Mansur de Toledo y Yahya I Al-Mamun Ben Ismail (1043-1075). Durante el asedio del Sit, se continuó acuñando monedas de plata en colaboración con otras secas musulmanas en Tortosa, Alpont y Dénia.
Después del breve estado cidiá, que restauró el obispado valenciano en 1098 y que capituló ante los almorávides en 1102, tres ciudades del Reino de Valencia, Valencia, Xàtiva y Dénia, establecieron sus propias cecas. Durante los reinados de Yusuf Ben Texufin (1087-1106) y Ali Ben Yusuf (1106-1142), se emitieron abundantes monedas que reflejaban el poder económico de la región. Posteriormente, bajo el mando de Muhamad Ibn ‘Abd Allah Ibn Sa’d Ibn Mardanis (Rey Lobo) (1147-1171), se continuó la acuñación de morabatines lupinos, que ayudaron a mantener las fronteras del Reino hasta que fueron superadas por los Reyes de Aragón (1170). Finalmente, cayeron bajo el dominio de los almohades, quienes acuñaron las famosas dobles, también conocidas como mazmutins o semidobles moriscas.
Los conquistadores cristianos hallaron monedas moriscas y cristianas en circulación, como los mazmodins y otras, que coexistieron con la nueva moneda que introdujo Jaume I El Conquistador en 1274, el quinzet de Valencia, una moneda de vellón que se convirtió en el único valor aceptado en el Reino. Para su acuñación, Jaume I estableció una Ceca, cuya ubicación exacta se desconoce, aunque se presume que estaba situada en el interior de la ciudad musulmana.
Durante muchos años, el quinzet de Valencia fue la única moneda en uso en el Reino, hasta que en 1369, Pedro II de Valencia El Ceremonioso ordenó la acuñación del florín de oro, inspirado en el de Florencia. Esta decisión llevó a la creación de una nueva Ceca, que operaba bajo la autoridad del Rey, donde se arrendaba la acuñación a diferentes personas.
Los monederos de la nueva Ceca se beneficiaron de privilegios de cecas más antiguas, estableciendo un marco normativo que les otorgaba diversas excepciones. A partir de ese momento, el Colegio de la Ceca se convirtió en un organismo reconocido en la ciudad, dirigido por dos alcaldes y bajo la supervisión del Maestro de la Ceca, quien estaba bajo la autoridad del Baile General. Desde entonces, la acuñación de moneda en Valencia continuó durante el régimen foral y más allá, en distintos lugares de la ciudad, incluidos espacios alquilados y propiedades del maestro, como en la calle de Calatrava y otras.
La documentación del Archivo del Reino de Valencia ha permitido observar el funcionamiento de la Ceca. En este lugar existía una sección dedicada a la contratación de monedas, la adquisición de metales para acuñar, así como la fusión de piezas tanto extranjeras como nacionales. También se realizaba la recepción de metales en las balanzas correspondientes; la fundición, donde se producían los riels y cospels; y otra área estaba destinada a los entalladores, quienes abrían las matrices. Estos artistas, como el renombrado Pedro Berneç, eran reconocidos por su habilidad y el Rey Pedro II de Valencia, apodado El Ceremonioso, lo denominó "fidelis argentarius noster".
En un espacio diferente se llevaba a cabo el ensayo de las piezas recién fundidas, conocido como la "casa del ensayo". Allí, se pesaban en una mesa y, en otra área, se realizaba el blanqueo del metal, proceso que devolvía su color original, ya sea plata u oro, después de haber pasado por el crisol de fundición. Posteriormente, los cospels eran calentados para recibir el golpe del cuño, un proceso de acuñación que se realizaba con un martillo, utilizando un cuño fijo en un pilón y otro móvil que sostenía el operario, denominados pilón y trozo, respectivamente. Después de acuñar las piezas, se realizaban ensayos de cada una, conservando una como testimonio de su ley y peso. El proceso concluía con las deslliurances o lliurances, realizadas por el Maestro de la Ceca, momento en que las monedas comenzaban a circular. Además, en la Ceca se encontraban la "casa de la fornall", la "casa de la entall", la de las balanzas y la de la escribá, que se encargaba de verificar rigurosamente todas las operaciones.
Pedro Fuentes Caballero
President de l’Associació Cultural Roc Chabàs de Dénia

La Ceca de Valencia se refiere a la casa o taller donde se fabricaba la moneda, conocida también como la Casa Real de la Moneda. Desde su fundación romana, la ciudad de Valencia ha contado con su propia moneda, lo que ha permitido atender el desarrollo económico y las necesidades de sus habitantes a lo largo de su historia.
Se estima que en el siglo II, específicamente en el año 616 desde la fundación de Roma, que según Livio coincide con el 138 a.C., la Ceca de Valencia comenzó a acuñar monedas de bronce. En ese tiempo, Valencia era una colonia y sus monedas llevaban en el reverso imágenes de la cornucopia y rayos, símbolos clásicos que representaban la riqueza de su tierra.
Más adelante, durante el periodo imperial, la antigua Sagunto (Arse) emitió monedas a nombre del emperador Tiberio, que incluían su busto y la proa de una nave, utilizando también bronce para sus ases y semises. Al sur del Reino de Valencia, la colonia Iulia Ilicitana Augusta acuñó monedas en los últimos años de Augusto y durante el reinado de Tiberio, grabando en sus reversos símbolos legionarios y figuras arquitectónicas. Las ciudades de Valencia y Sagunto mantuvieron su actividad de acuñación de monedas durante los reinados de Gundemaro, Sisubuto y Suintila (610-631), quienes dejaron sus nombres registrados en las monedas.
Valencia también tuvo su Ceca en el año 1013, cuando dos esclavos, Mobarek y Mothaffir (o Modofar), acuñaron monedas de plata. Más tarde, el reino amirí de Balansiyah (Valencia) contaría con sus propios gobernantes, como Al-Mansur de Toledo y Yahya I Al-Mamun Ben Ismail (1043-1075). Durante el asedio del Sit, se continuó acuñando monedas de plata en colaboración con otras secas musulmanas en Tortosa, Alpont y Dénia.
Después del breve estado cidiá, que restauró el obispado valenciano en 1098 y que capituló ante los almorávides en 1102, tres ciudades del Reino de Valencia, Valencia, Xàtiva y Dénia, establecieron sus propias cecas. Durante los reinados de Yusuf Ben Texufin (1087-1106) y Ali Ben Yusuf (1106-1142), se emitieron abundantes monedas que reflejaban el poder económico de la región. Posteriormente, bajo el mando de Muhamad Ibn ‘Abd Allah Ibn Sa’d Ibn Mardanis (Rey Lobo) (1147-1171), se continuó la acuñación de morabatines lupinos, que ayudaron a mantener las fronteras del Reino hasta que fueron superadas por los Reyes de Aragón (1170). Finalmente, cayeron bajo el dominio de los almohades, quienes acuñaron las famosas dobles, también conocidas como mazmutins o semidobles moriscas.
Los conquistadores cristianos hallaron monedas moriscas y cristianas en circulación, como los mazmodins y otras, que coexistieron con la nueva moneda que introdujo Jaume I El Conquistador en 1274, el quinzet de Valencia, una moneda de vellón que se convirtió en el único valor aceptado en el Reino. Para su acuñación, Jaume I estableció una Ceca, cuya ubicación exacta se desconoce, aunque se presume que estaba situada en el interior de la ciudad musulmana.
Durante muchos años, el quinzet de Valencia fue la única moneda en uso en el Reino, hasta que en 1369, Pedro II de Valencia El Ceremonioso ordenó la acuñación del florín de oro, inspirado en el de Florencia. Esta decisión llevó a la creación de una nueva Ceca, que operaba bajo la autoridad del Rey, donde se arrendaba la acuñación a diferentes personas.
Los monederos de la nueva Ceca se beneficiaron de privilegios de cecas más antiguas, estableciendo un marco normativo que les otorgaba diversas excepciones. A partir de ese momento, el Colegio de la Ceca se convirtió en un organismo reconocido en la ciudad, dirigido por dos alcaldes y bajo la supervisión del Maestro de la Ceca, quien estaba bajo la autoridad del Baile General. Desde entonces, la acuñación de moneda en Valencia continuó durante el régimen foral y más allá, en distintos lugares de la ciudad, incluidos espacios alquilados y propiedades del maestro, como en la calle de Calatrava y otras.
La documentación del Archivo del Reino de Valencia ha permitido observar el funcionamiento de la Ceca. En este lugar existía una sección dedicada a la contratación de monedas, la adquisición de metales para acuñar, así como la fusión de piezas tanto extranjeras como nacionales. También se realizaba la recepción de metales en las balanzas correspondientes; la fundición, donde se producían los riels y cospels; y otra área estaba destinada a los entalladores, quienes abrían las matrices. Estos artistas, como el renombrado Pedro Berneç, eran reconocidos por su habilidad y el Rey Pedro II de Valencia, apodado El Ceremonioso, lo denominó "fidelis argentarius noster".
En un espacio diferente se llevaba a cabo el ensayo de las piezas recién fundidas, conocido como la "casa del ensayo". Allí, se pesaban en una mesa y, en otra área, se realizaba el blanqueo del metal, proceso que devolvía su color original, ya sea plata u oro, después de haber pasado por el crisol de fundición. Posteriormente, los cospels eran calentados para recibir el golpe del cuño, un proceso de acuñación que se realizaba con un martillo, utilizando un cuño fijo en un pilón y otro móvil que sostenía el operario, denominados pilón y trozo, respectivamente. Después de acuñar las piezas, se realizaban ensayos de cada una, conservando una como testimonio de su ley y peso. El proceso concluía con las deslliurances o lliurances, realizadas por el Maestro de la Ceca, momento en que las monedas comenzaban a circular. Además, en la Ceca se encontraban la "casa de la fornall", la "casa de la entall", la de las balanzas y la de la escribá, que se encargaba de verificar rigurosamente todas las operaciones.
Pedro Fuentes Caballero
President de l’Associació Cultural Roc Chabàs de Dénia
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