Artículo de opinión ciudadana
La División Provincial y el Fin del Reino de Valencia
Mapa del Reino de Valencia (Tomás López, 1792)
Contrario a lo que comúnmente se piensa, el Reino de Valencia no dejó de existir jurídicamente en 1707, sino que fue en 1833, con la implementación de la división provincial, cuando desapareció formalmente como entidad política y administrativa. Uno de los objetivos principales del presente estudio es aclarar y corregir este error extendido, que atribuye erróneamente la desaparición del Reino a la fecha de 1707. En realidad, lo que se disolvieron en 1707 fueron las leyes forales y las instituciones específicas de las Cortes Valencianas, pero el Reino de Valencia como entidad política y territorial permaneció vigente y reconocido, aunque sus leyes propias fueron sustituidas por las de Castilla, decisión tomada por Felipe V tras la Guerra de Sucesión. Solo en 1833, mediante la división provincial, se erradicó definitivamente esa antigua estructura, dividiendo el territorio en tres provincias iguales en términos administrativos y de poder central, en lugar de mantener la unidad del Reino de Valencia.
Es importante destacar que, pese a la desaparición formal del Reino en 1833, el decreto mantuvo la denominación histórica de "Reino de Valencia" como referencia cultural y patrimonial, preservando así la memoria histórica en los nombres y en la identidad colectiva.
Desde una perspectiva analítica, algunos sostienen que la desaparición del Reino no se debió a conspiraciones externas ni a maniobras internas planeadas con fines políticos o ideológicos, sino que respondía a una necesidad práctica y económica: mejorar la eficiencia en la recaudación de impuestos. Esta tesis, cada vez más respaldada por la evidencia histórica, señala que en ese momento existía una grave crisis fiscal que demandaba una estructura más flexible y cercana a la población para facilitar la recaudación. La fragmentación en unidades menores que el antiguo Reino permitió a las autoridades administrar con mayor eficacia, llegar más rápidamente a los pueblos y, en consecuencia, incrementar los ingresos fiscales.
¿Y funcionó esa estrategia? A largo plazo, sí. La reforma en la administración de Hacienda que siguió a la división provincial tuvo un impacto positivo en la capacidad recaudatoria, facilitando una gestión más eficiente y adaptada a las necesidades locales. La división territorial no solo respondía a una lógica administrativa, sino que también sirvió como un nuevo referente de identidad y pertenencia colectiva, reforzando la percepción de territorio propio y diferenciación respecto a otras regiones.
La desaparición del Reino de Valencia en 1833, por tanto, fue un proceso pragmático, motivado por la necesidad de renovar la estructura administrativa y fiscal, y no por un rechazo ideológico hacia la historia o cultura valenciana. La coyuntura política, influenciada por el espíritu liberal y el deseo de modernización, favoreció la aceptación social del cambio, especialmente en un contexto en que los partidarios del antiguo régimen —los carlistas— estaban en la marginalidad política y no lograron ejercer una oposición significativa.
Desde la perspectiva de la percepción social, la "desvalencianización" —el proceso por el cual la identidad valenciana se vio deteriorada o debilitada— no puede atribuirse únicamente a la división provincial. Aunque en algunos ámbitos la pérdida del sentido de pertenencia al antiguo Reino ha tenido efectos, la realidad es que la conciencia de valencianidad sigue vigente, y en ciertos territorios, como Alicante, la identidad colectiva se ha reforzado en torno a la división provincial, que ha llegado a ser un símbolo del sentir local.
El alicantinismo, por ejemplo, surge en las décadas de los 50 y 60 del siglo XX, cuando algunos intelectuales y movimientos sociales propusieron la creación de la llamada Región del Sureste, en un intento de consolidar una identidad regional diferenciada. Aunque aquella iniciativa fracasó, dejó huellas en la percepción de los habitantes, que hoy en día reivindican su identidad valenciana, especialmente en relación con el supuesto centralismo de la capital, Valencia.
¿Por qué ha perdurado tanto la división provincial de 1833? La clave está en su racionalidad y funcionalidad. Las provincias fueron establecidas siguiendo criterios prácticos: que la capital de provincia fuera accesible en una jornada de viaje, y que los partidos judiciales pudieran atenderse en el mismo día. Esto facilitó la gestión administrativa y sirvió como base para la organización de las instituciones públicas a lo largo de más de un siglo. Además, la división ha servido como marco de referencia para diferentes gobiernos y cambios políticos, desde los liberales del siglo XIX hasta las democracias modernas, demostrando su utilidad como estructura territorial de base.
¿Está previsto que cambie en el futuro cercano? La respuesta no es clara. La crisis actual y los esfuerzos por simplificar la administración pública podrían abrir la puerta a reformas territoriales. Sin embargo, el peso de los intereses creados, las tradiciones históricas y las funciones prácticas hacen que cualquier cambio sea complejo. La existencia de una estructura territorial consolidada y funcional, con sus ventajas evidentes, dificulta su sustitución o modificación.
Por último, cabe mencionar el movimiento en torno a las "Comarques Centrals", que busca recuperar la efímera provincia de Xàtiva (1822-1823). Aunque en un principio parecía un intento de revitalizar una identidad histórica o administrativa, en la práctica, la idea enfrenta obstáculos prácticos y geográficos. La distancia entre Xàtiva y las grandes áreas metropolitanas de Valencia y Alicante, junto con el tamaño reducido de la posible nueva provincia, hace que su viabilidad sea cuestionable. La experiencia pasada muestra que, en cuestiones de organización territorial, la pragmática prevalece sobre las aspiraciones simbólicas o históricas.
Pedro Fuentes Caballero
President de l’Associació Cultural Roc Chabàs de Dénia

Contrario a lo que comúnmente se piensa, el Reino de Valencia no dejó de existir jurídicamente en 1707, sino que fue en 1833, con la implementación de la división provincial, cuando desapareció formalmente como entidad política y administrativa. Uno de los objetivos principales del presente estudio es aclarar y corregir este error extendido, que atribuye erróneamente la desaparición del Reino a la fecha de 1707. En realidad, lo que se disolvieron en 1707 fueron las leyes forales y las instituciones específicas de las Cortes Valencianas, pero el Reino de Valencia como entidad política y territorial permaneció vigente y reconocido, aunque sus leyes propias fueron sustituidas por las de Castilla, decisión tomada por Felipe V tras la Guerra de Sucesión. Solo en 1833, mediante la división provincial, se erradicó definitivamente esa antigua estructura, dividiendo el territorio en tres provincias iguales en términos administrativos y de poder central, en lugar de mantener la unidad del Reino de Valencia.
Es importante destacar que, pese a la desaparición formal del Reino en 1833, el decreto mantuvo la denominación histórica de "Reino de Valencia" como referencia cultural y patrimonial, preservando así la memoria histórica en los nombres y en la identidad colectiva.
Desde una perspectiva analítica, algunos sostienen que la desaparición del Reino no se debió a conspiraciones externas ni a maniobras internas planeadas con fines políticos o ideológicos, sino que respondía a una necesidad práctica y económica: mejorar la eficiencia en la recaudación de impuestos. Esta tesis, cada vez más respaldada por la evidencia histórica, señala que en ese momento existía una grave crisis fiscal que demandaba una estructura más flexible y cercana a la población para facilitar la recaudación. La fragmentación en unidades menores que el antiguo Reino permitió a las autoridades administrar con mayor eficacia, llegar más rápidamente a los pueblos y, en consecuencia, incrementar los ingresos fiscales.
¿Y funcionó esa estrategia? A largo plazo, sí. La reforma en la administración de Hacienda que siguió a la división provincial tuvo un impacto positivo en la capacidad recaudatoria, facilitando una gestión más eficiente y adaptada a las necesidades locales. La división territorial no solo respondía a una lógica administrativa, sino que también sirvió como un nuevo referente de identidad y pertenencia colectiva, reforzando la percepción de territorio propio y diferenciación respecto a otras regiones.
La desaparición del Reino de Valencia en 1833, por tanto, fue un proceso pragmático, motivado por la necesidad de renovar la estructura administrativa y fiscal, y no por un rechazo ideológico hacia la historia o cultura valenciana. La coyuntura política, influenciada por el espíritu liberal y el deseo de modernización, favoreció la aceptación social del cambio, especialmente en un contexto en que los partidarios del antiguo régimen —los carlistas— estaban en la marginalidad política y no lograron ejercer una oposición significativa.
Desde la perspectiva de la percepción social, la "desvalencianización" —el proceso por el cual la identidad valenciana se vio deteriorada o debilitada— no puede atribuirse únicamente a la división provincial. Aunque en algunos ámbitos la pérdida del sentido de pertenencia al antiguo Reino ha tenido efectos, la realidad es que la conciencia de valencianidad sigue vigente, y en ciertos territorios, como Alicante, la identidad colectiva se ha reforzado en torno a la división provincial, que ha llegado a ser un símbolo del sentir local.
El alicantinismo, por ejemplo, surge en las décadas de los 50 y 60 del siglo XX, cuando algunos intelectuales y movimientos sociales propusieron la creación de la llamada Región del Sureste, en un intento de consolidar una identidad regional diferenciada. Aunque aquella iniciativa fracasó, dejó huellas en la percepción de los habitantes, que hoy en día reivindican su identidad valenciana, especialmente en relación con el supuesto centralismo de la capital, Valencia.
¿Por qué ha perdurado tanto la división provincial de 1833? La clave está en su racionalidad y funcionalidad. Las provincias fueron establecidas siguiendo criterios prácticos: que la capital de provincia fuera accesible en una jornada de viaje, y que los partidos judiciales pudieran atenderse en el mismo día. Esto facilitó la gestión administrativa y sirvió como base para la organización de las instituciones públicas a lo largo de más de un siglo. Además, la división ha servido como marco de referencia para diferentes gobiernos y cambios políticos, desde los liberales del siglo XIX hasta las democracias modernas, demostrando su utilidad como estructura territorial de base.
¿Está previsto que cambie en el futuro cercano? La respuesta no es clara. La crisis actual y los esfuerzos por simplificar la administración pública podrían abrir la puerta a reformas territoriales. Sin embargo, el peso de los intereses creados, las tradiciones históricas y las funciones prácticas hacen que cualquier cambio sea complejo. La existencia de una estructura territorial consolidada y funcional, con sus ventajas evidentes, dificulta su sustitución o modificación.
Por último, cabe mencionar el movimiento en torno a las "Comarques Centrals", que busca recuperar la efímera provincia de Xàtiva (1822-1823). Aunque en un principio parecía un intento de revitalizar una identidad histórica o administrativa, en la práctica, la idea enfrenta obstáculos prácticos y geográficos. La distancia entre Xàtiva y las grandes áreas metropolitanas de Valencia y Alicante, junto con el tamaño reducido de la posible nueva provincia, hace que su viabilidad sea cuestionable. La experiencia pasada muestra que, en cuestiones de organización territorial, la pragmática prevalece sobre las aspiraciones simbólicas o históricas.
Pedro Fuentes Caballero
President de l’Associació Cultural Roc Chabàs de Dénia
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