Artículo de opinión ciudadana
La leyenda negra sobre los Trastámara: manipulación nacionalista y distorsión histórica en Cataluña
A lo largo de la historia moderna, especialmente desde el siglo XIX y el movimiento de la Renaixença, se ha construido en ciertos ámbitos catalanistas una leyenda negra en torno a la dinastía Trastámara, supuestamente impuesta a Cataluña mediante una trama calculada para dañar y menoscabar su soberanía política y cultural. Esta interpretación victimista, promovida por algunos intelectuales y políticos del nacionalismo catalán, busca eludir la responsabilidad histórica catalana ante una situación de decadencia interna y trasladar la culpa a agentes externos y decisiones concertadas por la llamada "opresión castellana".
Origen de la leyenda y tergiversación histórica
El episodio central de este relato es el Compromiso de Caspe de 1412, un pacto histórico fundamental celebrado tras la muerte sin heredero del rey Martín el Humano, y en el que participaron representantes de Aragón, Valencia y Cataluña para elegir coordinadamente un nuevo monarca para la Corona de Aragón. Fruto de estas negociaciones, Fernando de Antequera, perteneciente a la casa Trastámara y regente de Castilla, fue proclamado rey, iniciando una nueva dinastía al frente de la corona.
Sin embargo, autores catalanistas como Antoni de Bofarull, Víctor Balaguer o el arquitecto Lluís Domènech i Montaner reinterpretaron dicho acuerdo décadas y siglos después, presentándolo como una traición y una claudicación de Cataluña, como si la elección de Fernando hubiera sido diseñada para someter o destruir específicamente la autonomía política catalana. A este sesgo se sumaron políticos como Enric Prat de la Riba, hablando de una "violación de las costumbres sagradas", así como historiadores que describían a Cataluña tras 1412 como víctima de decadencia, miseria y conflictos derivados de una supuesta imposición externa.
La realidad histórica tras el Compromiso de Caspe
Sin embargo, una revisión objetiva y desapasionada de los acontecimientos muestra un escenario muy diferente al planteado por la leyenda negra nacionalista. El proceso del Compromiso de Caspe fue, ante todo, un ejemplo de madurez política colectiva: nueve compromisarios de los tres territorios principales (Aragón, Valencia y Cataluña) debatieron, sopesaron las circunstancias de cada candidato — Fadrique de Aragón, Jaime de Urgel, Luis de Anjou y Fernando de Antequera — y, ante la falta de un heredero indiscutible y las circunstancias de la época, optaron por quien podía garantizar estabilidad y proyección común para toda la Corona.
A la Cataluña de inicios del siglo XV no la condenaron desde fuera: ya era un territorio padeciendo una profunda crisis social y económica. La nobleza catalana seguía anclada en privilegios medievales y abusos feudales (los llamados "malos usos"), que mantenían sometidos a los campesinos y provocaban desigualdad y tensiones sociales, una situación que acabaría seis décadas más tarde en la guerra remensa. La aristocracia catalana miraba con recelo cualquier reforma y prefería la conservación de sus privilegios antes que impulsar cambios beneficiosos para el conjunto.
El peso de los intereses y el contexto geopolítico
La combinación de una nobleza inmovilista, la debilidad institucional, y la presión derivada de sucesivas crisis (peste, bandidaje, malestar social y económico) condicionaban las opciones políticas catalanas. Por otro lado, Aragón y Valencia vivían un proceso de crecimiento y pujanza comercial y económica. La Iglesia, igualmente, tenía interés en un monarca conciliador y capaz de restablecer la unidad de la Corona frente a las amenazas externas y los retos internos.
En este marco, la figura de Fernando de Antequera resultaba ideal: contaba con prestigio militar e internacional, experiencia política, posición económica sólida y, sobre todo, una imagen de caballero cristiano con la capacidad de pactar y conciliar. De hecho, fue clave el respaldo de figuras como San Vicente Ferrer, uno de los compromisarios valencianos.
Insistir en que la elección de Fernando fue un acto anticatealán es tergiversar un proceso complejo, donde las decisiones se tomaron valorando el interés común de la Corona, lejos de cualquier intención de "aniquilar" a Cataluña, como sostienen algunas narrativas románticas posteriores. La frase del historiador Vicens Vives, “Caspe ha pasado a la historia catalana como un hito negro (...), no por la iniquidad del procedimiento, sino por la claudicación del país”, se entiende mejor a la luz de la pasividad y el aislamiento en que cayó la clase dirigente catalana, más preocupada por conservar privilegios que por el bien general.
Desmontando la manipulación: historia frente a mito
La leyenda negra de los Trastámara y del Compromiso de Caspe no resiste un análisis sereno, basado en el contexto de la época y la documentación histórica: la elección de Fernando fue consensuada, justificada y necesaria para evitar el caos y garantizar el futuro de la Corona de Aragón. No fue impuesta ni tramada en secreto, sino fraguada a la vista de todos y sancionada por los representantes legítimos de los reinos participantes.
Reiterar que la decadencia posterior de Cataluña se debe a la llegada de los Trastámara asume una postura victimista, destinada a encubrir la responsabilidad de las propias élites catalanas del momento y a alimentar un relato nacionalista construido a posteriori en pleno siglo XIX. Ver en cada episodio histórico una "agresión exterior" solo sirve para alimentar el agravio y la confrontación, no para entender la complejidad del pasado.
En definitiva:
El mito del Compromiso de Caspe y la supuesta maldad de los Trastámara es fruto del romanticismo nacionalista, no de los hechos. La historia real demuestra que se trató de una operación política madura, lógica y basada en la necesidad de encontrar una solución común. No se buscaba atacar a Cataluña, sino asegurar el bien de toda la Corona.
Solo la verdad histórica, y no los relatos de leyenda negra usados como bandera política, permite comprender y apreciar la complejidad del pasado común hispánico y la importancia de todas sus partes en la construcción de la historia peninsular.
Pedro Fuentes Caballero
President de l’Associació Cultural Roc Chabàs de Dénia

A lo largo de la historia moderna, especialmente desde el siglo XIX y el movimiento de la Renaixença, se ha construido en ciertos ámbitos catalanistas una leyenda negra en torno a la dinastía Trastámara, supuestamente impuesta a Cataluña mediante una trama calculada para dañar y menoscabar su soberanía política y cultural. Esta interpretación victimista, promovida por algunos intelectuales y políticos del nacionalismo catalán, busca eludir la responsabilidad histórica catalana ante una situación de decadencia interna y trasladar la culpa a agentes externos y decisiones concertadas por la llamada "opresión castellana".
Origen de la leyenda y tergiversación histórica
El episodio central de este relato es el Compromiso de Caspe de 1412, un pacto histórico fundamental celebrado tras la muerte sin heredero del rey Martín el Humano, y en el que participaron representantes de Aragón, Valencia y Cataluña para elegir coordinadamente un nuevo monarca para la Corona de Aragón. Fruto de estas negociaciones, Fernando de Antequera, perteneciente a la casa Trastámara y regente de Castilla, fue proclamado rey, iniciando una nueva dinastía al frente de la corona.
Sin embargo, autores catalanistas como Antoni de Bofarull, Víctor Balaguer o el arquitecto Lluís Domènech i Montaner reinterpretaron dicho acuerdo décadas y siglos después, presentándolo como una traición y una claudicación de Cataluña, como si la elección de Fernando hubiera sido diseñada para someter o destruir específicamente la autonomía política catalana. A este sesgo se sumaron políticos como Enric Prat de la Riba, hablando de una "violación de las costumbres sagradas", así como historiadores que describían a Cataluña tras 1412 como víctima de decadencia, miseria y conflictos derivados de una supuesta imposición externa.
La realidad histórica tras el Compromiso de Caspe
Sin embargo, una revisión objetiva y desapasionada de los acontecimientos muestra un escenario muy diferente al planteado por la leyenda negra nacionalista. El proceso del Compromiso de Caspe fue, ante todo, un ejemplo de madurez política colectiva: nueve compromisarios de los tres territorios principales (Aragón, Valencia y Cataluña) debatieron, sopesaron las circunstancias de cada candidato — Fadrique de Aragón, Jaime de Urgel, Luis de Anjou y Fernando de Antequera — y, ante la falta de un heredero indiscutible y las circunstancias de la época, optaron por quien podía garantizar estabilidad y proyección común para toda la Corona.
A la Cataluña de inicios del siglo XV no la condenaron desde fuera: ya era un territorio padeciendo una profunda crisis social y económica. La nobleza catalana seguía anclada en privilegios medievales y abusos feudales (los llamados "malos usos"), que mantenían sometidos a los campesinos y provocaban desigualdad y tensiones sociales, una situación que acabaría seis décadas más tarde en la guerra remensa. La aristocracia catalana miraba con recelo cualquier reforma y prefería la conservación de sus privilegios antes que impulsar cambios beneficiosos para el conjunto.
El peso de los intereses y el contexto geopolítico
La combinación de una nobleza inmovilista, la debilidad institucional, y la presión derivada de sucesivas crisis (peste, bandidaje, malestar social y económico) condicionaban las opciones políticas catalanas. Por otro lado, Aragón y Valencia vivían un proceso de crecimiento y pujanza comercial y económica. La Iglesia, igualmente, tenía interés en un monarca conciliador y capaz de restablecer la unidad de la Corona frente a las amenazas externas y los retos internos.
En este marco, la figura de Fernando de Antequera resultaba ideal: contaba con prestigio militar e internacional, experiencia política, posición económica sólida y, sobre todo, una imagen de caballero cristiano con la capacidad de pactar y conciliar. De hecho, fue clave el respaldo de figuras como San Vicente Ferrer, uno de los compromisarios valencianos.
Insistir en que la elección de Fernando fue un acto anticatealán es tergiversar un proceso complejo, donde las decisiones se tomaron valorando el interés común de la Corona, lejos de cualquier intención de "aniquilar" a Cataluña, como sostienen algunas narrativas románticas posteriores. La frase del historiador Vicens Vives, “Caspe ha pasado a la historia catalana como un hito negro (...), no por la iniquidad del procedimiento, sino por la claudicación del país”, se entiende mejor a la luz de la pasividad y el aislamiento en que cayó la clase dirigente catalana, más preocupada por conservar privilegios que por el bien general.
Desmontando la manipulación: historia frente a mito
La leyenda negra de los Trastámara y del Compromiso de Caspe no resiste un análisis sereno, basado en el contexto de la época y la documentación histórica: la elección de Fernando fue consensuada, justificada y necesaria para evitar el caos y garantizar el futuro de la Corona de Aragón. No fue impuesta ni tramada en secreto, sino fraguada a la vista de todos y sancionada por los representantes legítimos de los reinos participantes.
Reiterar que la decadencia posterior de Cataluña se debe a la llegada de los Trastámara asume una postura victimista, destinada a encubrir la responsabilidad de las propias élites catalanas del momento y a alimentar un relato nacionalista construido a posteriori en pleno siglo XIX. Ver en cada episodio histórico una "agresión exterior" solo sirve para alimentar el agravio y la confrontación, no para entender la complejidad del pasado.
En definitiva:
El mito del Compromiso de Caspe y la supuesta maldad de los Trastámara es fruto del romanticismo nacionalista, no de los hechos. La historia real demuestra que se trató de una operación política madura, lógica y basada en la necesidad de encontrar una solución común. No se buscaba atacar a Cataluña, sino asegurar el bien de toda la Corona.
Solo la verdad histórica, y no los relatos de leyenda negra usados como bandera política, permite comprender y apreciar la complejidad del pasado común hispánico y la importancia de todas sus partes en la construcción de la historia peninsular.
Pedro Fuentes Caballero
President de l’Associació Cultural Roc Chabàs de Dénia
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