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Lunes, 06 de Octubre de 2025

Actualizada Lunes, 06 de Octubre de 2025 a las 11:50:45 horas

Pedro Fuentes Caballero
Lunes, 06 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:
Artículo de opinión ciudadana

¿Realmente existió el «Principado de Cataluña»? Origen, significado y manipulación de un término tradicional

Mapa de la Marca Hispánica en el 814Mapa de la Marca Hispánica en el 814

El término “Principado de Cataluña” suele aparecer habitualmente en ciertos entornos mediáticos y políticos, especialmente aquellos afines al nacionalismo catalán, como alternativa a la denominación oficial de “comunidad autónoma”. Esta preferencia, aunque pueda parecer un simple matiz lingüístico, tiene implicaciones que hunden sus raíces en la historia medieval y en la construcción actual de una identidad diferenciada. Sin embargo, ¿tiene realmente fundamento histórico la referencia al “Principado de Cataluña”, o es una reconstrucción moderna con fines políticos?

 

El papel del lenguaje y los complejos identitarios

Como señalaba el escritor Josep Pla, el bilingüismo en Cataluña refleja un trasfondo psicológico de división interior e inseguridad identitaria. Pla afirmaba que esta situación genera “un problema de subconsciente catalán”, que puede conducir a un cierto complejo de inferioridad colectivo, incentivando así el uso de denominaciones históricamente “prestigiosas” —como la de “Principado”— en lugar de “comunidad autónoma”, un término percibido como más anodino o subordinado dentro de la estructura del Estado español.

 

Así lo evidencian casos cotidianos, como los boletines informativos o meteorológicos de TV3 y Catalunya Ràdio, en los que es habitual escuchar locuciones como “el Principado de Cataluña” para referirse al territorio autonómico actual. Este fenómeno lingüístico responde a ese deseo de otorgar singularidad y máxima dignidad institucional, evitando, al menos retóricamente, el encuadre autonómico común al resto de comunidades de España.

 

Los fundamentos históricos del término “Principado de Cataluña”

Históricamente, la denominación “Principado de Cataluña” no es un invento reciente, pues su origen puede rastrearse hasta la Baja Edad Media. Sin embargo, hay que entender que nunca existió un “reino de Cataluña” ni una “nación” política plena como las que detentaban Aragón, Valencia o Mallorca. La Cataluña medieval era en realidad la suma de diversos condados, surgidos como parte de la llamada “Marca Hispánica” organizada por los carolingios entre los siglos VIII y X. Estos territorios fronterizos estaban regidos por condes nombrados (y, durante siglos, depuestos o trasladados) por el monarca franco, cuyo objetivo era proteger la frontera sur del imperio carolingio ante los ataques musulmanes.

 

Entre estos condes destacó Guifré el Pilós (Wifredo el Velloso), quien a finales del siglo IX consolidó bajo su estirpe varios condados y sentó las bases dinásticas hereditarias que irían configurando una identidad política diferenciada, aunque cohesionada aún con la órbita franca.

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No será hasta los siglos XI y XII cuando empiece a hablarse, en fuentes externas y principalmente en latín, de “Catalania” y “catalanenses” para referirse tanto a los habitantes como al territorio correspondiente a las actuales tierras catalanas. El poema Liber maiolichinus (1117) es uno de los primeros textos en emplear esos gentilicios.

 

¿Qué significa entonces “Principado”?

El término “Principado” aplicado a Cataluña tuvo sobre todo un carácter jurídico y administrativo. A partir del siglo XIV, para distinguir el conglomerado de condados catalanes bajo la jurisdicción de las Cortes catalanas, se extendió oficialmente la denominación de “Principatus Cathaloniae”. El príncipe en cuestión, sin embargo, no era un príncipe soberano ni un monarca aislado: el título recaía en el conde de Barcelona, que era, al mismo tiempo, rey de la Corona de Aragón, de Valencia y de Mallorca, entre otros títulos.

 

De hecho, en la Corona de Aragón, el heredero al trono no recibió el título de “Príncipe de Cataluña”, sino que fue conocido, desde el siglo XIV, como Duque de Gerona —título más tarde cambiado por el de Príncipe de Gerona— para designar al futuro monarca. Con el tiempo, las juras regias y las denominaciones protocolarias incluyeron estos títulos, pero el estatuto político de Cataluña fue el de principado dentro de la Corona de Aragón, en contraste con los “reinos” de Aragón, Valencia y Mallorca, cuyos soberanos ostentaban la categoría de reyes plenos.

 

Así, desde una perspectiva jurídica e histórica, Cataluña nunca fue “reino” en el mismo sentido que sus vecinos, y eso condicionó su consideración institucional y su peso en las instituciones de la Corona aragonesa.

 

La apropiación contemporánea: identidad histórica o relato político

La utilización hoy del término “Principado de Cataluña” responde, en gran medida, a la necesidad de diferenciarse simbólicamente del resto de comunidades autónomas y afirmar una continuidad histórica propia y singular. Pero conviene recordar que el Estatuto de Autonomía vigente no recoge ni consagra esa denominación; oficialmente, Cataluña es “Comunidad Autónoma de Cataluña”.

 

Este uso, por tanto, responde más a una lógica simbólica, a veces vinculada al relato nacionalista, que a una substancia política o jurídica contemporánea. De hecho, ni la monarquía española ni las instituciones de la Corona han mantenido la tradición estricta del “Principado de Cataluña”, más allá de los usos ceremoniales de títulos nobiliarios como el de Príncipe de Gerona, Duque de Montblanch o Conde de Cervera, que actualmente ostenta la Princesa Leonor como heredera de la Corona de España.

 

El mito de los “Países Catalanes”

En conexión con este artificio lingüístico e identitario, se encuentra el concepto de “Països Catalans”, promovido en el siglo XX por figuras como Joan Fuster. Se pretende así englobar bajo una misma entidad cultural y nacional a territorios donde se habla catalán (Comunidad Valenciana, Islas Baleares, parte de Aragón, etc.). Sin embargo, este “macroconcepto nacional” carece de sustento legal y ha sido ampliamente contestado tanto dentro como fuera de Cataluña.

 

Conclusión

El “Principado de Cataluña” existió como denominación histórica, fundamentalmente para designar un territorio gobernado por un conde, subordinado al soberano de la Corona de Aragón, nunca como un reino independiente ni una nación soberana. La proyección contemporánea de esa denominación responde más a intereses políticos y a la búsqueda de un relato diferenciador, que al reconocimiento institucional en el marco actual del Estado español.

 

En definitiva, el uso habitual del término en medios nacionalistas es, en el mejor de los casos, una evocación tradicional, pero no tiene validez oficial contemporánea y, sobre todo, no puede considerarse un sustitutivo formal de “comunidad autónoma”. La Cataluña histórica fue un conjunto de condados bajo la autoridad de un “príncipe” (conde de Barcelona), integrado siempre en una estructura suprarregional más amplia: la Corona de Aragón. La insistencia en términos antiguos, más que reflejar fortaleza identitaria, a menudo revela la compleja relación con la propia historia y el deseo de adquirir el estatus perdido de “reino”, que, como muestran los hechos, nunca llegó a ostentar formalmente.

 

Pedro Fuentes Caballero

President de l’Associació Cultural Roc Chabàs de Dénia

 

 

 

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