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Martes, 09 de Diciembre de 2025

Actualizada Martes, 09 de Diciembre de 2025 a las 13:34:57 horas

Pedro Fuentes Caballero
Martes, 09 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura:

Desmontando mitos históricos. 1238: Ni Cataluña conquistó Valencia, ni trajo su lengua

En toda sociedad existe una frontera delicada entre la memoria y la manipulación. Esa línea se vuelve más frágil cuando los relatos históricos se contaminan con intereses ideológicos. Uno de los ejemplos más persistentes -y peligrosos- de este fenómeno es la narrativa impulsada desde el nacionalismo catalán, según la cual Cataluña habría conquistado los reinos de Valencia y Mallorca durante la Edad Media, y que con esas conquistas habría implantado su lengua y cultura. Una afirmación que, cuanto más se repite, más parece asumirse como cierta... aunque sea absolutamente falsa.

 

Para desmentir este tipo de relatos interesados, no hace falta recurrir a opiniones ni a discursos políticos. Basta con acudir a los hechos. A los documentos. A la verdad histórica.

 

Cuando la ficción se camufla de historia

Durante las últimas décadas, una parte del nacionalismo catalán ha construido un relato histórico propio, cuidadosamente diseñado para dotar a su causa de un pasado épico. En esa versión idealizada, Cataluña no solo aparece como protagonista de su propia historia, sino también como adalid de conquistas, repoblaciones y expansiones que en realidad nunca lideró. Uno de los pilares de esa narrativa es el año 1238, cuando Jaime I conquista Valencia. El problema es que Cataluña, tal y como la entendemos hoy, ni existía como entidad política unificada, ni tuvo un papel protagonista en dicha conquista.

 

El mapa del siglo XIII no es el de hoy

Uno de los errores más habituales -y más explotados- es proyectar las divisiones territoriales actuales sobre acontecimientos del pasado. Hoy hablamos de Aragón como las provincias de Zaragoza, Huesca y Teruel, y de Cataluña como Barcelona, Lérida, Tarragona y Gerona. Pero en 1238, la realidad era otra.

 

El Reino de Aragón abarcaba no solo lo que hoy conocemos como Aragón, sino también territorios como Lérida y Tortosa, e incluso buena parte de la franja del Ebro hasta el Mediterráneo. Estos territorios eran tan aragoneses como Zaragoza o Jaca. Cataluña, por su parte, era simplemente una suma de condados feudales bajo la autoridad del conde de Barcelona, pero sin una estructura política unificada. A ese conjunto fragmentado aún hoy se le conoce como “Cataluña Vieja”.

 

Lérida y Tortosa: aragonesas, no catalanas

Al hablar de la reconquista de Valencia y de las repoblaciones posteriores, muchos nacionalistas catalanes aseguran que participaron en ellas miles de catalanes provenientes de Lérida o Tortosa. La realidad es otra. Estas ciudades formaban parte del Reino de Aragón desde su reconquista en 1148-49. No eran catalanas ni estaban bajo la jurisdicción del conde de Barcelona. ¿Por qué? Porque en ese momento los condados catalanes eran vasallos del rey de Francia, y existía el riesgo de que París reclamara estos territorios como parte de su "Marca Hispánica".

 

Para evitarlo, se integraron en el Reino de Aragón como marquesados: una figura de mayor rango que el condado. Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, lo sabía perfectamente, y por eso firmaba como Príncipe de Aragón, Marqués de Lérida y Tortosa, y Conde de Barcelona. En la jerarquía feudal, un marqués no podía estar bajo la autoridad de un conde, igual que hoy un coronel no obedece a un sargento.

 

Los leridanos no querían ser catalanes

El rechazo de Lérida a ser considerada parte de Cataluña no es una invención moderna. En el siglo XIV, ya existía esta tensión. En 1337, el rey Pedro IV de Aragón tuvo que responder oficialmente a las quejas de Lérida, que no quería ser tratada como una ciudad catalana. En su carta, fechada el 22 de mayo de ese año, el rey fue rotundo: aunque Lérida participase en las Cortes catalanas, no formaba parte del condado de Barcelona. Una afirmación tan clara que desmonta cualquier intento posterior de manipulación.

 

¿Quiénes reconquistaron realmente Mallorca y Valencia?

Los datos históricos no engañan. El ejército que participó en la conquista de Mallorca estaba compuesto en su mayoría por aragoneses, navarros, castellanos y soldados de diferentes partes de Occitania (hoy sur de Francia): Montpellier, Provenza, Foix, Narbona, Toulouse… Los contingentes catalanes eran minoritarios. Apenas un 13,5% del total.

 

Tras tomar Mallorca, el propio rey Jaime I escribió que se había quedado sin hombres suficientes ni siquiera para garantizar su seguridad personal. Difícil imaginar que con tan pocos soldados se hubiera llevado a cabo una repoblación masiva.

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En el caso de Valencia, la implicación catalana fue aún más escasa. Ante la petición de ayuda para la reconquista, los nobles catalanes se negaron. Alegaron que ya habían hecho bastante en Mallorca. Así que el rey volvió a recurrir a aragoneses, y a mercenarios de diversa procedencia.

 

Entre los repobladores del nuevo Reino de Valencia destacaban ciudadanos de Zaragoza, Huesca, Jaca, Daroca, Lérida y Tortosa. Todos, repitámoslo, pertenecientes al Reino de Aragón.

 

Palma: mucho más que Barcelona

Otro mito frecuente es que los catalanes “llenaron” las islas tras la conquista. Pero basta con mirar las dimensiones. En el siglo XIII, Palma era casi tres veces más grande que Barcelona. Y estaba entre las ciudades más ricas y pobladas de Europa. Incluso si toda Barcelona hubiera sido trasladada a Mallorca, no habría bastado para repoblarla. Y a eso hay que añadir que la cultura preexistente en Baleares era de raíz hebreo-árabe, no catalana. Esa herencia cultural siguió viva durante siglos.

 

¿Existía Cataluña en 1238?

No. La Cataluña política, como entidad reconocible, no apareció hasta bien entrado el siglo XIII, y de forma parcial. El Tratado de Corbeil, firmado en 1258 entre Jaime I y Luis IX de Francia, eliminó el vasallaje de los condados catalanes respecto al rey francés. A partir de entonces se empieza a hablar tímidamente de Cataluña como un territorio diferenciado, pero todavía bajo la órbita de la Corona de Aragón. Cataluña no era un reino, ni tenía soberanía, ni estructuras de Estado.

 

Así que en 1238, cuando se reconquista Valencia, Cataluña no existía como nación ni como poder político unificado. No podía conquistar lo que no conocía, ni implantar lo que aún no representaba.

 

El mito como necesidad política

¿Por qué entonces esta insistencia en reescribir la historia? La respuesta es sencilla: porque la política necesita legitimarse con un pasado heroico. Y cuando ese pasado no existe, se inventa. Así funciona todo nacionalismo expansionista. Se escribe una “historia oficial” que se repite en escuelas, en medios públicos y en el discurso cultural subvencionado.

 

Lo decía con sarcasmo un historiador: “Hay quienes no hacen historia, hacen histeria.”

 

El valenciano y el mallorquín no son catalán

La lengua que trajeron los repobladores no era el catalán moderno. Era una forma de romance aragonés, con influencias occitanas y con una evolución propia en cada territorio. Con el tiempo, esa lengua se enriqueció con lo autóctono, y dio lugar al valenciano, al mallorquín y a otras hablas. No fueron dialectos del catalán, sino ramas propias de un tronco común que nunca tuvo una capital única.

 

Negarles identidad propia es otra forma de colonialismo cultural. Y eso también es una forma de manipulación.

 

Porque la historia no se escribe desde los despachos, ni desde los dogmas.

 

La historia se construye con documentos, con memoria… y con respeto.

 

Pedro Fuentes Caballero

Acadèmico y President de l’Associació Cultural Roc Chabàs de Dénia

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